La Santa Vehmex, Tijuana Saico

Su primer asesinato

El despertador sonó como diariamente a las 4:45 de la mañana. Hacer lo que no te gusta como si te gustará, se dijo Darío, en un intento de encontrar la cada vez más escurridiza ¿inspiración? Los días recientes habían sido nublados, las madrugadas frías y los pensamientos apesadumbrados. Darío revisitaba sus fracasos con la memoria. Los listaba y clasificaba en orden de importancia de mayor a menor, en orden cronológico para luego visitarlos aleatoriamente hasta desordenarlos e iniciar el ciclo revisionista de sus fracasos: el rechazo de Mónica Salas en la preparatoria, la baja en tercer semestre de preparatoria, el despido del trabajo en AS Software, el error en la portería que le costó el campeonato al Zona Norte (en su época amateur),  la muerte de su madre, la negación de la visa, cuando se cagó en la primaria, el ridículo después de no aventarse un tiro con el Fausto, la borrachera que culminó vomitando en la ropa de Claudia, el día que su padre le dijo “te quiero” y él  se preguntó porqué.

A las 4:57 inicio su matutina corrida. Comenzó justo al lado del Estadio en construcción, y a partir de ahí 5 kilómetros hacia el sur, que sumados con el regreso sumarían los obligatorios 10 kilómetros corriendo antes de las obligatorias 8 horas tomando llamadas de clientes quejosos en el call center. En el ipod sonaba Vulgar Display of Power, el reto de hoy era correr 10 kilómetros en menos de los casi 53 minutos que dura el álbum de Pantera. Be yourself, by yourself, stay away from me cantaba Phil Anselmo al oído de Darío cuando sintió la presencia de un par de salteadores de no más de 100 kilogramos de peso (entre ambos) armados uno con un estilete v42 y el otro con un pica-hielo. No había necesidad de palabras, los tres entendieron la situación. El frío, la adrenalina y la cascada de fracasos reventaron en el ser de Darío como golpe de mar. Resultando en dos devastadores y casi simultáneos puñetazos que dejaron a los asaltantes tendidos sobre la arena. Darió recogió el estilete y repartió puñaladas entre ambos. 11 al dueño del estilete y 8 al del pica-hielo.

Tres horas más tarde, Darío fue llamada por el supervisor de su grupo de trabajo. Se ganó el bono de productividad de 500 pesos por haber cumplido con todas sus métricas por tres meses seguidos.