Gómez Gómez y Asociados, dice el desgastado rotulo en la puerta de la oficina 222, en el segundo piso de la Plaza Defensores de Baja California. Misma que muchas de las veces sirve de estancia para su fundador el Lic. Sergio “Checo” Gómez, como aquel (este) domingo 31 de Octubre de 2010, día de brujas.
El Checo se quedó dormido con su sombrero fedora cubriéndole la cara, ambas manos en el pecho y un pie encima del otro reposando sobre el improvisado escritorio. En esa posición que de tan cómoda se ha convertido en un cliché. Uno de tantos. Hasta que su sueño fue interrumpido por un desgarrador grito que fue inmediatamente ahogado por otro: ¡callados hijos de su puta madre!
El Checo arrancó la Desert Eagle de la funda debajo del escritorio y peló oreja en un intento de saber qué chingados estaba pasando, de dónde chingados venían ambos gritos y quién chingados los profería. No tardó mucho en deducir lo que estaba pasando. Les cayeron a los pinches morros milenials que rentaban la oficina 111. La que se sitúa justo debajo de Gómez Gómez y Asociados. A espaldas del escritorio del Checo se encuentra una ventana que hasta ese momento servía para nada, pues la pared del edificio vecino la había dejado sin propósito alguno. Gómez la abrió con sumo cuidado para poder escuchar la conversación,
Marrana, tráete la tabla -ordenó la misma voz-. Aquí no se puede vender mota así nomás porque sí, pinches morros pendejos. Ahora, por jugarle al verga van a saber qué pedo -continuó, ahora dirigiéndose a los inquilinos del 111.
Se escuchó el rechinar de una puerta, una respiración agitada y la cacofonía que produce una tabla al ser arrastrada por el piso de cerámica. “Un tablazo a cada uno, a calzón quitáo – dijo la misma voz-. Formense ahí hijos de su puta madre. A ver esas nalguitas o nalgotas”. Se escucharon sollozos y unas carcajadas.
Sonaron cinco tablazos. Secos, tronados, bien puestos. Entre uno y otro tablazo suplicas, perdones, porfavores y gritos de dolor. “Mal día pa’ usar tanga, mija – dijo la autoritaria voz que dirigía todo, antes de sonar el quinto y último tablazo-. Aquí tienen sus dos kilitos de mota cada último de mes, vamos a pasar a traerles otros dos kilos de mota y recoger nuestros mil dólares ¿estamos?”. Checo asumió que las cabezas asintieron. Pues ya solo se escucharon las lágrimas, el dolor y la humillación.
Estudio 664 decía el rótulo de neón en la puerta de la oficina 111, en el primer piso de la Plaza Defensores de Baja California. Un cibercafé, librería de usado y hackerspace que recién se había instalado en la Plaza Ángulo. Checo entró y encontró a cinco personas y a veintisiete computadoras (10 de escritorio y 17 pórtatiles) tiradas, rotas y con las miradas pérdidas.